Parece mentira,
pero ya paso un año desde aquel día en que hicimos las maletas con todo lo que
pudimos y emprendimos aquel viaje que nos llevaría desde Venezuela hasta donde
estamos hoy, con mucha incertidumbre, miedos y dudas, pero con unas inmensas
ganas de seguir y salir adelante. “Voy y vengo” le dije a Maryori antes de
darle un beso y abrazarla, mire al cuarto y vi que Sebas aun dormía, me despedí
de el sin que se diera cuenta. Tres horas más tarde estaba en Maiquetía,
mirando aquel piso de colores y pensando, tranquilo, aun no es hora, regresas
en unos días para navidad y así llegue a Detroit, con un clima bastante frio
para mis costumbres, pero no tan frio como puede llegar a ser en el pico del
invierno, tome las maletas, pase inmigración e hice lo mismo que había hecho
durante mis viajes previos, me dirigí a la oficina de Avis a buscar un carro
que me llevaría una vez más a algún hotel; solo que esta vez fue diferente,
este viaje no solo era de negocios, también tenía como misión encontrar un
nuevo lugar donde vivir, donde estar, pero más aún, un nuevo lugar donde Sebas
pudiese crecer sin las preocupaciones de vivir en Venezuela.
Así fue como
llegamos a Michigan, hoy pienso en todo lo que dejamos atrás y parece tan
lejano, pienso todos los días en todos a quienes dejamos allá sin poder evitar
pedir a dios que los acompañe y proteja siempre.